La llegada de Pep Guardiola al banquillo del Barcelona supuso un punto de inflexión y la salida de jugadores que habían ganado la segunda Champions del club bajo la tutela de Rijkaard. Se le veía nervioso en el túnel de vestuarios, tratando de relajarse besando a sus dos hijos, que saltaron junto al futbolista para retratarse con él en el último partido en casa, en el feudo que le ha idolatrado durante 15 temporadas.