De nuevo a la sombra de los sevillistas, los béticos se aferraban a su idiosincrasia y honor histórico con un inusitado apoyo a su equipo pese a los grandes altibajos que marcaban su devenir. El equipo jugaba sus partidos en un campo situado en la calle Industria de Barcelona, que se llenaba masivamente cuando jugaba el Barcelona, y desde la calle se veía cómo estaban sentados en las galerías hechas de madera, de espaldas, los aficionados situados en la parte más alta del graderío.